Captura de un vídeo del EI en el que dos
yihadistas arrojan al vacío a un supuesto homosexual en Nínive.
Los homosexuales abandonan Siria para
evitar los asesinatos de los yihadistas, que se suman a la represión del régimen
y al rechazo de sus familias y tribus
NATALIA SANCHA Beirut
ELPAIS.COM
El pasado noviembre, dos veinteañeros
sirios eran apedreados hasta la muerte. La ejecución ocurría en Deir Zor, en el
noreste de Siria y feudo del Estado Islámico (EI).
Su crimen: ser homosexuales. Se trataba de la primera ejecución pública de gais
a manos del grupo yihadista. Un hombre leía la brutal condena amparado por la
rigurosa ley religiosa que sirve de Constitución en el califato. A 140
kilómetros de allí, Ibrahim ya hace más de un año que huyó de Raqqa, su ciudad
natal y capital del EI. Médico de 33 años, su homosexualidad le ha valido una
persecución continua. Encarcelado bajo la ley siria, condenado a muerte por la
de los yihadistas y desterrado por su propia tribu, Ibrahim ha logrado
sobrevivir a una triple condena.
Tras cuatro años de guerra y
más de 200.000 muertos, las ejecuciones de homosexuales aumentan en el
reino del EI que se extiende entre Siria e Irak. Las imágenes de dos jóvenes
empujados desde la azotea de un edificio en Irak dieron la vuelta al mundo. Con
los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, eran lanzados al vacío al
tiempo que el verdugo voceaba: “¡Musulmanes, sed testigos de la aplicación de
la ley!”.
En 2010, y antes de que estallaran las
primeras revueltas sirias, Ibrahim fue arrestado en virtud del artículo 520 del
Código Penal sirio en vigor desde el protectorado francés. Aquellos que
realicen “actos sexuales innaturales” serán condenados a hasta tres años de
cárcel, reza el artículo. Bajo tortura, uno de sus amigos detenidos le delató.
La familia de Ibrahim, que pertenece a una conocida tribu, decidió tapar el
escándalo recurriendo a contactos en el régimen y previo pago de 18.000 euros.
Ibrahim salió de la cárcel, pero la libertad le duró poco: “Cuando pensé que
todo había pasado, empezó lo peor. La revolución comenzó, el caos se apoderó de
Raqqa, el Ejército Libre Sirio mutó en Al Nusra [filial de Al Qaeda en Siria] y
en el EI”.
Tres de sus amigos homosexuales fueron
ejecutados por los yihadistas. Uno murió de un infarto mientras era torturado.
Los otros dos, de un tiro en la nuca. “En Raqqa, la comunidad gay era activa.
Pero sólo a los que reciben en el acto sexual se les considera gais. Muchos de
aquellos que tenían mujeres y se acostaban con hombres fueron a parar a las
filas de Al Nusra y del EI. Para expiar sus culpas entregaron a todos los gais
que conocían de su fase prerevolucionaria. Mis tres amigos pagaron con su vida
y de sus teléfonos sacaron los números de decenas de otros como yo”, relata con
amarga sonrisa.
Al poco, Ibrahim fue secuestrado y
torturado por los yihadistas. Su tribu intervino por última vez pagando 10.000
euros por su vida. “Tenía familiares cercanos al EI y Al Nusra que pedían mi
cabeza. Mi tío logró negociar mi libertad pero me dieron dos horas para
abandonar Raqqa. Yo había deshonrado a mi familia y a mi tribu”.
Su primera parada fue Damasco, zona leal
al régimen y donde aún perduran varios hamam (baños) convertidos en lugares de
encuentro para homosexuales. “Es ilegal pero si los dueños untan a la policía,
estos hacen la vista gorda”, espeta al teléfono desde Madrid Jorge, joven de 35
años de padre sirio y madre española. En marzo de 2012, Jorge quedó con su
novio en un hotel. “La policía nos pilló en la cama. Nos arrastraron desnudos
por los pasillos y por la calle. Nos llamaban enfermos mentales al tiempo que
nos pateaban”, rememora este antiguo profesor de Filología Hispánica. Logró
pagar los 3.000 euros de fianza para salir del calabozo. “Al poco me convocaron
para alistarme en el Ejército. Al ser hijo único estoy exento del servicio
militar por lo que supe que era una trampa para encarcelarme por ser gay. Hice
las maletas y hui a España”, concluye Jorge a quien le salvó su pasaporte
español.
Ibrahim también escapó. Ahora, como
refugiado sirio en Líbano, aun guarda esperanzas de una nueva vida: “Hemos
estado años bajo la represión del régimen y a la comunidad internacional no le
ha importando. Llevo siete meses en espera de asilo político en Europa. Intento
mantener la cordura, porque sé que merezco un nuevo comienzo. Pero hasta ahora
no me han dado la oportunidad”.
Beirut, refugio para el asilo político
Varios jóvenes homosexuales sirios
intercambian sus relatos en las oficinas de la ONG Proud Lebanon, a las afueras
de Beirut. Consigo arrastran un doble trauma acumulado en su huida de la guerra
y en su lucha por sobrevivir a su sexualidad. Perseguidos tanto en zona leal
como rebelde, a la comunidad homosexual siria tan sólo le queda el exilio para
sobrevivir. En 2013, el libanés Bertho Makso y cofundador de la ONG, comenzó
acogiendo a refugiados sirios gays.
“Proporcionamos servicios médicos,
psicológicos, cursos de formación y un plato caliente. Para muchos será el
único que ingieran en el día”, explica Cosette Maalouf, trabajadora de la ONG.
El centro acoge a 320 homosexuales, más del 60% sirios. “La mayoría ven Beirut
como un lugar de paso para ir a Europa”, explica Makso, quien asegura que el
pasado año, 70 de ellos obtuvieron asilo político.
A diferencia del resto de refugiados
sirios, están solos. Han roto con su familia y huido de régimen y rebeldes. “Se
trata de una comunidad muy vulnerable dentro de los refugiados sirios, pero no
hay estudios u organismos que realmente monitoreen estos casos. No son solo perseguidos
por el Estado Islámico, [EI] sino por rebeldes, las leyes sirias y la propia
moral social. Los ataques del EI son más visibles por su policía moral” apunta
Nadim Khoury, director de Human Rights Watch en Beirut.
Entre los 320 beneficiarios, tan sólo se
cuentan cuatro mujeres. “En nuestra sociedad no se considera que la mujer tenga
una sexualidad, y durante la guerra estamos recluidas en el hogar. De ahí que a
las lesbianas nos sea más fácil pasar desapercibidas. No sé de ninguna
ejecución de una mujer homosexual”, cuenta desde Alepo al teléfono Bahiya, de
28 años.